Mi mamá me cuida… y a ella ¿quién la cuida?

Por Martha Tagle

Es posible que en algún momento hayas oído hablar de la “Economía de los Cuidados” pero quizá te pase como a muchas personas que al escuchar ‘economía’ se nos hace algo abstracto, difícil de entender y que en muchos casos la recuerdas cuando la quincena no alcanza o cuando en las noticias oyes los índices de precios, la paridad del peso frente al dólar y otras divisas, que si la inflación no crece, pero sí aumentan los precios, la gasolina, la luz… En nuestra cabeza, la connotación de economía generalmente no es buena y ya cuando le agregamos “de los cuidados” no queremos saber nada de eso.

Sin embargo, si pensamos en todo lo que tiene que suceder para salir de nuestras casas rumbo al trabajo desde que nos despertamos: ir al baño, bañarse, que haya papel higiénico colocado, agua potable, jabón para lavarse las manos, shampoo para el cabello, tener los insumos para el desayuno, incluidos los trastes lavados, ropa limpia, planchada y acomodada en su lugar, si tienes hijos o hijas revisar que las mochilas estén listas, el lunch preparado, la tarea terminada y, si toca festival, con el disfraz a la mano; además arreglarse uno mismo, peinarse, cambiarse, maquillarse y planear el camino al trabajo para pasar a tirar la basura, dejar en la primaria a la niña, llevar la ropa a la tintorería, encargar las verduras y las tortillas que recogerás por la tarde, dejar al niño en el kínder, etc.

Ahora imagina que hay un imprevisto, el que sea: que no haya papel higiénico, que el agua se acabe, que hubiera un apagón, que no haya pan para el lunch, que amanezca con temperatura uno de tus hijos, que no esté lista la ropa, que la abuelita se cayó, etcétera. Ese contratiempo, sin duda, implicaría un retraso en tu salida al trabajo y arreglárselas para tratar de no impactar en todo tu plan del día. Ahora imagina que todos los imprevistos se juntaron y que les pasó a todas las personas de tu colonia… Un caos, ¿cierto? Dejar de hacer todo lo que generalmente hacen las mujeres todos los días en sus casas tendría un impacto en las empresas, oficinas, producción y economía del país.

Imagen: Google search.

Valorar esas actividades, bienes o servicios necesarios para la reproducción y el mantenimiento de la vida de las personas: la alimentación, la salud, el afecto, la educación y un entorno de vida adecuado y sus impactos tanto materiales como sociales es a lo que nos referimos con Economía de los Cuidados.

De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo del 2014 del INEGI, en México las mujeres contribuyen con cerca del 60% del tiempo total del trabajo remunerado y no remunerado, mientras que los hombres con un poco más del 40%. Por lo que respecta a las actividades de cuidados, las mujeres dedican 28.8 horas a la semana, y los hombres 12.4 horas. De éste, el mayor tiempo es el dedicado al cuidado de niñas, niños y adolescentes, y a cuidar personas enfermas o con alguna discapacidad. En cuanto a las actividades domésticas, en promedio, las mujeres se ocupan de ellas 29.8 horas a la semana, frente a 9.7 horas que dedican los hombres.

Ante esta realidad, muchas mujeres deben recurrir a empleos informales, con ingresos no regulares ni remuneradores, sin acceso a seguridad social ni prestaciones, a cambio de horarios flexibles que les permitan atender las cargas de trabajo no remunerado, que como ya quedó evidenciado es un trabajo que se requiere para que camine la economía y todo lo demás. Así, este acomodo basado en una división sexual del trabajo se convierte en el origen de las brechas de desigualdad que enfrentamos las mujeres.

En este punto es importante aclarar que esta realidad no es el destino de las mujeres, ni mucho menos la “cruz que les tocó cargar”. Los cuidados de las personas tienen una dimensión social, política y económica, y como tales deben ser asumidos como un bien público en el cual el Estado (el gobierno y las instituciones) tienen un papel central, así como una importante corresponsabilidad del sector productivo y la iniciativa privada.

Desde el diseño de políticas públicas, programas, acciones, leyes y presupuestos, se debe poner en el centro que toda persona tiene derecho al cuidado, es decir, a todas las actividades y servicios que sustentan nuestras vidas y desde ahí incidir en cómo se pueden redistribuir y descargar para hacerlas más equitativas entre mujeres y hombres, y también entre el Estado y las empresas.

Es necesario visibilizar los cuidados que se han conformado como un trabajo invisible, y una economía oculta, transformar los roles, redistribuir las tareas del hogar y darnos tiempo para que hombres y mujeres podamos hacernos cargo de la reproducción social que acompaña a los cuidados de elementos no materiales como el amor, la transmisión de valores, identidades y roles, normas de comportamiento, y convivencia familiar. Todas las personas tenemos derecho a ser cuidadas, amadas, previstas, de eso depende una mejor existencia.

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